
El cante de Manuel de los Santos
Hacía años que no iba a una peña a escuchar flamenco. En tiempos mozos, me encantaba el cante, practicaba el toque a la guitarra y soñaba con ser ‘artista’ flamenco. Uno de mis múltiples sueños… Hice mis pinitos en la disciplina del toque flamenco pero fui perdiendo el fuelle hasta quedarme sin apenas gasolina. Ahora, sólo me perdura un fondo como aficionado pero que es, prácticamente, testimonial.
El pasado mes de octubre, mi ‘compare Migué’, que me conoce casi a la perfección, me dijo que tenía que ir con él a los Cernícalos a escuchar algo nuevo. Casi a regañadientes –ya os digo que dejó de interesarme el tema hace años- fui con él. Y apareció Manuel de los Santos. El hijo de Agujetas.
Con tan sólo cantar una soleá que le afloró del su alma gitana, ya nos atrapó a todos. Parecía un eco del pasado que se ceñía al alma que todavía pervivía en mi interior para arrancarme de la indiferencia mientras hacía un recorrido por toda mi geografía sentimental.
Recobré por unos instantes la ilusión por el cante de verdad. El de toda la vida. El puro. El de mi barrio. El que siempre me ha interesado Lo hacía Manuel de los Santos, el hijo del Agujetas, con ese eco tan de la familia que siempre araña. Con esa fuerza y con ese sentido que nació un día bienaventurado en la estancia barrera, bajo el golpe del yunque certero.
Afortunadamente, todavía permanece el cante puro. Uno de los depositarios es Manuel de los Santos. El hijo del Agujetas. Me decía el otro día el bueno de Manuel que escribiera algo comparando el toreo con el cante que él lleva adentro. Sin duda que el cante rancio y puro del que es depositario y que lleva sellado a fuego es el drama de la vida, ese toque trágico que se destapa cuando el arte se cruza al pitón contrario. Por tanto, el cante de Manuel de los Santos, el hijo del Agujetas, no es el de la pinturería de Morante, que es mucho más efímero y superficial, basado en detalles y en instantes determinados. El cante de Manuel está cincelado en el toreo profundo, hondo y de kilates de José Tomás. Que es algo así como compararlo con lo máximo. Es ese toreo que se rompe en la muleta como Manolo se rompe con sus fandangos o con sus seguiriyas.
El toreo es eso mismo, amigo Manolo. Destrozarte hasta el abismo, olvidándote del cuerpo para que aflore lo más profundo que se lleva dentro. Y tu cante sale del interior. Mucho más allá de donde se traduce que es en la garganta. Desde esas oquedades más profundas que marcan para siempre las cornás que da la vida.
Ha llegado una nueva oportunidad para volver a ver a Manuel de los Santos. Su poderío y su cante grande podremos disfrutarlo de nuevo el próximo día 5 de marzo en la Guarida del Ángel, en la calle Porvenir, 1. Será a las 00 horas. A la hora en la salen a las afueras los duendes más profundos, Manuel de los Santos hará un hermoso recorrido por su concepto puro y desgarrado. Ahora que tenemos el Festival de Jerez, no sé si dentro de la programación, tenemos una cita que hay que marcar en nuestra agenda sentimental si nos reconocemos como flamencos auténticos. El recital de Manuel de los Santos, el hijo del Agujetas. Acompañado por la guitarra flamenquísima, y ‘campillera’ también, de Domingo Rubichi. No te deseo suerte porque eso se le desea a los toreros malos. A los grandes como tú, con un simple guiño, nos basta, que tú sabrás cosechar un triunfo grande con la muletita de tus cantes gitanos.
Manuel Sotelino